
Emprender en Colombia con libertad. Menos impuestos, más eficiencia y cero corrupción
Publicado en Libertarios.news
Adaptado del artículo original de Fernando Basto en FernandoReflexiones.com
Autor: Fernando Basto C.
Emprender en Colombia no puede seguir siendo una hazaña de resistencia frente a la burocracia, los impuestos abusivos y un sistema que, en vez de impulsar, castiga al que produce. Desde una visión libertaria, el emprendimiento no solo es motor económico, sino expresión directa de la libertad individual, la autodeterminación y la creación de valor sin interferencias injustificadas del Estado.
Libertad para crear, no permisos para existir
Uno de los principios del libertarismo es que el Estado no debe impedir, sino facilitar —o al menos no estorbar— la acción voluntaria de los ciudadanos. Sin embargo, en Colombia todavía hay más trabas que incentivos para emprender.
Mientras países como Estonia permiten crear empresas en línea en cuestión de minutos gracias a la identidad digital y la automatización, aquí aún se requieren trámites engorrosos y un peregrinaje institucional. Aunque herramientas como la Ventanilla Única Empresarial (VUE) representan un avance, el informe B-READY 2024 muestra que en promedio se tardan 45 días en crear una empresa formal en Colombia, lo cual refleja más un exceso de burocracia que una falta de capacidad técnica.
Un país verdaderamente libre impulsa la acción productiva sin convertir cada paso en un laberinto normativo.
Menos Estado, más ética empresarial
El libertarismo no busca un “sálvese quien pueda”, como suelen caricaturizarlo, sino una sociedad donde el poder esté limitado y la ética surja de la responsabilidad individual, no del miedo al castigo estatal.
La corrupción estructural en Colombia no solo reside en el sector público: también es alimentada por empresarios que ven el soborno como “costo operativo”. Desde una visión libertaria, esta distorsión solo puede corregirse en una economía donde el Estado no concentre tanto poder discrecional. A menor poder, menor tentación y menor posibilidad de corromper.
Países como Canadá y Finlandia lo han entendido: su apuesta ha sido por instituciones pequeñas pero eficientes, con reglas claras y ciudadanos educados en valores cívicos desde temprana edad.
En Colombia urge una reforma educativa que enseñe ética empresarial y cultura de la legalidad como parte de la formación para el emprendimiento.
Impuestos: el verdadero castigo al que produce
Uno de los postulados más claros del pensamiento libertario es que los impuestos altos son una forma de agresión estatal contra el trabajo y la innovación. ¿Por qué penalizar al que crea empleo, paga sueldos y contribuye al desarrollo del país?
Mientras que Singapur, Irlanda y Suiza han demostrado que tasas bajas pueden convivir con economías robustas y servicios públicos eficientes, Colombia mantiene una de las tasas corporativas más altas de la región (35%), sumada a un sistema tributario tan complejo que muchas veces empuja a los emprendedores hacia la informalidad.
En palabras simples: en Colombia sale más caro cumplir que incumplir. Y eso debe cambiar.
Estudios como el de Gechert (2022) y el IMF Working Paper 12/257 muestran que reducir la carga impositiva empresarial mejora la inversión, el empleo y la productividad, siempre que se acompañe de gasto público eficiente.
Gasto público: menos subsidios, más resultados
Desde la óptica libertaria, el problema no es únicamente cuánto se recauda, sino cómo se gasta. No se trata de eliminar el Estado de un tajo, sino de hacerlo más limitado, más ágil y menos costoso.
En Colombia, gran parte del gasto público se pierde entre burocracia, corrupción y programas clientelistas que poco o nada impactan en la productividad. ¿De qué sirve recaudar más si el dinero termina financiando politiquería o elefantes blancos?
Lo que se propone desde el libertarismo no es “privatizar todo”, sino exigir resultados a cada peso que se gasta, y permitir que la sociedad civil, las comunidades y el mercado asuman roles que hoy monopoliza —ineficientemente— el Estado.
¿Libertarismo en Colombia? Más vigente que nunca
Lejos de ser una moda pasajera, el auge del pensamiento libertario en Colombia responde a una reacción lógica frente a décadas de abuso institucional. El emprendedor que ve cómo sus impuestos financian corrupción, cómo debe pagar por trámites inútiles, y cómo el Estado lo persigue si quiere crecer, entiende que algo debe cambiar de raíz.
No se trata de destruir el Estado, sino de redefinir sus funciones. De dejar de ver al empresario como enemigo y reconocerlo como agente clave del desarrollo y la transformación social.
Como consultor empresarial por más de 25 años, he acompañado a cientos de emprendedores que no piden subsidios ni favores, sino que les dejen trabajar en paz. Sueñan con una Colombia donde ser productivo no sea un acto de heroísmo, sino una oportunidad natural.
Conclusión: libertad para emprender, justicia para crecer
Un país progresa cuando premia la honestidad, reconoce el mérito y libera las fuerzas creativas de su gente. Colombia puede renacer si se atreve a reformar desde sus cimientos: menos impuestos, más eficiencia y cero corrupción, no como eslogan, sino como política de Estado.
El libertarismo no es una utopía. Es una alternativa real, necesaria y urgente para Colombia. Una filosofía que le devuelve el poder al ciudadano y que confía en su capacidad para crear, innovar y prosperar sin que el Estado se lo impida.
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