
La farsa del Progresismo Libertario. ¿Cómo se intenta usurpar el Libertarismo?
Por Gorka Fernández
@VascoLibertario
En el mundo de las ideologías políticas, pocos conceptos resultan tan absurdos y contradictorios como el llamado “progresismo libertario”. Este término, que intenta fusionar dos filosofías opuestas, no solo carece de coherencia, sino que también representa una amenaza directa a los valores fundamentales del libertarismo. Peor aún, su existencia es una manipulación descarada que busca desarmar a los defensores de la libertad, aprovechándose de la confusión y del atractivo de una etiqueta que históricamente ha sido un baluarte contra el estatismo.
El libertarismo y el progresismo no son compatibles. Mientras que el libertarismo se basa en los principios de libertad individual, propiedad privada y responsabilidad personal, el progresismo promueve un modelo colectivista y estatista. Veamos estas diferencias esenciales:
- Libertad individual vs. control estatal: El libertarismo defiende que cada individuo tiene derecho a vivir según sus propias decisiones, siempre que no interfiera en los derechos de otros. El progresismo, en cambio, utiliza el Estado como herramienta para imponer su visión de justicia social, sacrificando la libertad individual en nombre de un supuesto bien común.
- Propiedad privada vs. redistribución forzada: El libertarismo considera la propiedad privada como un derecho inviolable. El progresismo, sin embargo, justifica la redistribución de la riqueza a través de impuestos y expropiaciones, lo que equivale a una violación sistemática de la propiedad privada.
- Responsabilidad personal vs. dependencia del Estado: El libertarismo promueve la responsabilidad personal y la autonomía. El progresismo fomenta una dependencia del Estado mediante políticas que eliminan los incentivos para el esfuerzo individual.
Intentar combinar ambas filosofías es intelectualmente insostenible. El “progresismo libertario” no es más que un oxímoron, una contradicción deliberada diseñada para desvirtuar el libertarismo.
Este no es el primer intento de secuestrar una filosofía política basada en la libertad. Hace un siglo, el término “liberalismo” fue usurpado. Lo que antes representaba la defensa de la libertad económica y personal se convirtió en sinónimo de intervencionismo estatal. Esta apropiación semántica desarmó a los defensores del liberalismo clásico, dejando a las sociedades sin una palabra clara para oponerse al estatismo.
Hoy, el mismo proceso se repite con el libertarismo. Al intentar fusionarlo con el progresismo, los defensores de este último buscan confundir a la sociedad, neutralizando el potencial del libertarismo como una alternativa real al control estatal. Permitirlo sería un error histórico.
El “progresismo libertario” no solo es una contradicción en términos, sino una táctica de manipulación social que explota la falta de comprensión de los principios libertarios. Sus defensores suelen justificar políticas que son claramente contrarias a la libertad individual y a la propiedad privada, recurriendo a la manipulación lingüística y emocional.
1. Redistribución forzada como “justicia social”
Los progresistas libertarios intentan justificar la redistribución de la riqueza argumentando que es necesaria para garantizar derechos positivos, como la vivienda o la educación. Sin embargo, esta redistribución requiere el uso de la fuerza para quitar recursos a unos y dárselos a otros, lo que contradice el principio libertario de no agresión. No hay justicia en robar a unos para beneficiar a otros, por más noble que suene el propósito.
2. Censura en nombre de la inclusión
Otro ejemplo de esta manipulación es la justificación de la censura como un medio para proteger a los grupos vulnerables. Los progresistas libertarios defienden la libertad de expresión, pero con la salvedad de que no debe ser ofensiva ni perjudicial para ciertos colectivos. Esta posición no solo es incompatible con el libertarismo, sino que también abre la puerta a un control estatal absoluto sobre lo que se puede o no decir.
3. Colectivismo disfrazado de igualdad
El libertarismo pone al individuo en el centro, mientras que el progresismo prioriza los intereses de colectivos definidos por criterios arbitrarios como raza, género o clase. Este enfoque colectivista elimina la igualdad ante la ley y reemplaza la justicia individual por privilegios grupales, erosionando los principios fundamentales de una sociedad libre.
La etiqueta de “progresismo libertario” no es solo un error conceptual; es un ataque directo a los valores libertarios. Al adoptar esta etiqueta, se corre el riesgo de:
- Diluir los principios libertarios: La confusión semántica socava la capacidad del libertarismo para ofrecer una alternativa clara al estatismo.
- Desinformar a la sociedad: Muchos pueden ser engañados al creer que el libertarismo incluye políticas que en realidad lo contradicen.
- Debilitar la oposición al progresismo: Al camuflar sus políticas como libertarias, los progresistas desarman a quienes defienden la libertad auténtica.
El libertarismo no necesita apellidos ni combinaciones extrañas para ser relevante. Su esencia, basada en la libertad individual, la propiedad privada y la responsabilidad personal, es una alternativa clara y contundente al estatismo en todas sus formas, incluyendo el progresismo.
El “progresismo libertario” no es más que un intento de confundir y manipular. Aquellos que lo promueven buscan usar el prestigio del término libertario para justificar políticas que son su antítesis. No debemos permitir que esta usurpación tenga éxito.
La batalla por el significado del libertarismo es también una batalla por la claridad y la coherencia. Defender sus principios auténticos es la única forma de protegerlo de quienes quieren convertirlo en una herramienta más del control estatal. Libertarismo y progresismo son y siempre serán ideologías opuestas. Quien diga lo contrario o no entiende lo que significa el libertarismo, o actúa con la intención deliberada de destruirlo.
Gorka Fernández @VascoLibertario