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Libertad y Orden
Por Dayi Merlen Sedano González
Voy a hablar como una persona, un ser humano, un individuo, para contarles un poco de la maravilla que es tener la opción de elegir y quitarle terreno a la conocida frase “confunde y reinarás”.
Cuando hablo de elegir no me refiero a aquello que hacemos cuando votamos, sino a todos los procesos en los que los individuos podemos tomar decisiones y asumir las consecuencias de las mismas, porque en la vida hay pocas cosas y veces en las que podemos evitar elegir… por ejemplo: no elegimos quienes serán nuestros padres, hermanos, o familia, si es adinerada o no; ni cuándo y dónde nacer (en qué país, ciudad, casa, hospital o tina), si nacemos hombre o mujer, desnudos o vestidos, ni el color de piel, ni elegimos venir al mundo con el conocimiento que nos darán los años para poder vivir o sobrevivir, y por instinto, sólo hacemos cosas como succionar la teta y llorar para llamar la atención. Creo que así es y ha sido para todos quienes hemos pasado por este mundo terrenal y en eso, todas las personas somos iguales.
Y entonces tampoco podremos elegir tener necesidades fisiológicas: sentir o no hambre, hacer o no chichí y popo, o dormir; o tener respuestas a nuestros 5 sentidos: el oído, el tacto, el olfato, la vista y el gusto; sin embargo, la naturaleza, los genes, las cosas del destino, los “castigos de Dios” o lo que sea que llames a la explicación, no todos tendremos la fortuna de nacer con buena salud o tener ojos y ver, o tener boca y hablar, o tener oídos y escuchar, o tener todas las extremidades para tocar o para aprender a caminar, o que nuestro cerebro funcione “como debería funcionar”, y entonces empezamos a notar desde ahí, que cada persona es diferente a las demás, ni buenos ni malos, simplemente diferentes.
En el supuesto de que estemos sanos, que no tenemos ninguna discapacidad ni enfermedad; tampoco es fácil elegir como respondemos, o tomamos decisiones conscientes frente a los sentimientos o las emociones, por ejemplo: el amor, entendiéndolo como el afecto, el cuidado, el respeto que sentimos hacia otra persona, animal, planta o cosa; o el miedo, como esa sensación de angustia o peligro; o la ansiedad, la euforia, la rabia, la tristeza. Y no es fácil elegir como sentirnos, ni cuando sentirlos, y mucho menos, como respondemos ante eso que sentimos, porque los sentimientos dependen del entorno, de lo que está pasando en un lapso de tiempo alrededor nuestro: en qué lugar nos encontramos, si estamos solos o acompañados, si es una situación que apenas descubrimos sentir o llevamos experimentando algún tiempo, o si es una situación que pone en riesgo algo o alguien que queremos: la vida, o lo que nos ha costado esfuerzo, tiempo, plata tenerlo, mantenerlo o saberlo; y de lo que tenemos o no para defendernos.
Y tampoco podemos elegir cuando otros deben elegir por nosotros. Cuando por edad son “los adultos” quienes deciden por nosotros, o cuando por discapacidad mental “no nos encontramos en nuestros 5 sentidos”, y alguien más debe tomar las decisiones que nos afectan.
Y no podemos elegir cuando tenemos una única opción: eso pasa cuando no podemos encontrar más de un oferente o sólo tenemos una opción para suplir lo que necesitamos, y es lo que conocemos como monopolio; y no podemos vender al precio que queramos, o consideremos justo y alguien más esté dispuesto a pagar cuando hay control de precios; y no podemos elegir qué, dónde, y cuánto pagar por un bien o un servicio que necesito porque no tenemos un libre mercado, y no podemos elegir que ideas me representan más porque me dijeron que sólo había una verdad, un relato, una línea y nos adoctrinaron; y no podemos elegir al que me representa, al líder que dice lo que quiero escuchar y a quien le cedo algo de mi poder de elección para que sea mi representante en un gobierno, porque sólo tengo un partido político, un sistema que ignora los resultados de las elecciones en ¨democracia¨ y es lo que conocemos como una dictadura; y no podemos elegir conocer otras opiniones, otros pensamientos, otra información porque, aunque no lo creamos, a veces un grupo de personas tiene tanto poder que pueden intervenir y limitar todas y cada una de nuestras opciones en los diferentes aspectos de nuestras vidas, y eso lo conocemos como régimen totalitario.
Y no podemos elegir cuando las consecuencias de lo que elegimos no dependen de nuestros actos, es decir, por la razón o por la fuerza nos obligan o nos manipulan a hacer algo: por ejemplo, cuando los motivos para tomar una decisión se basan en incentivos perversos: si a una madre le dan subsidios por cada uno de los hijos que tenga, tratará de tener muchos hijos para recibir la mayor cantidad de subsidios; cuando alguien es golpeado porque no hubo más que fuerza, o violado porque por la fuerza lo obligaron a tener sexo; cuando alguien es secuestrado porque por la fuerza no tendrá opciones o su libertad dependerá del monto, de la voluntad de otros o de la suerte; cuando alguien es reclutado especialmente los menores de edad por parte de grupos armados organizados que por la fuerza son obligados a someter su vida, bienes y honra o la de su familia, o por la ¨razón¨ y promesas falsas les dirigen sus proyectos de vida; cuando alguien es robado, porque por la fuerza le quitaron lo que era de su pertenencia; o enviciado porque por algo externo las decisiones están viciadas y no se logra vislumbrar las consecuencias de los actos; o cuando independiente de lo que hagamos, se pierde la vida y es asesinado.
Y como no pudimos elegir en donde nacemos, generalmente nos toca acogernos al sistema del lugar en donde habitamos. Un sistema que tiene un mito fundacional que tiene que ver con su nacimiento, por ejemplo, la independencia de Colombia; una historia que es todo lo que ha pasado antes de llegar al ahora, unas costumbres que un grupo de personas asimilaron para poder convivir: un idioma, una bandera, un himno; y unas reglas, se supone iguales para todos, generalmente pactadas y establecidas en la norma de normas, la Constitución Nacional. Ésta define como está compuesto el sistema en el que habitamos, es decir, qué es el Estado, qué instituciones lo integran, cuáles son sus funciones, que tipo de gobierno tiene, y establece unos derechos y unas obligaciones para quienes allí cohabitan, determinando lo que es legal o ilegal, y cuando se rompen las reglas, define cuáles son las consecuencias, sanciones o penas.
Si no estamos de acuerdo o no nos gusta el sistema en donde habitamos, ojalá la divina providencia y el gobierno no nos investigue, nos aprese o nos asesine ¡NO por romper las reglas de convivencia, sino por pedir legítimamente otras opciones para elegir o ser elegido!; o nos permita que tengamos la opción de buscar otro sistema entre los 194 países en el mundo que nos guste más, que sea más seguro, más tranquilo, más libre y con muchas opciones para llevar a cabo nuestro proyecto de vida… y no sea en una isla donde no tengamos vecinos y nos sea más difícil huir o salir a buscar otras opciones, o hacer la prueba de construir todo a partir de ceros.
Y finalmente quizás no podemos elegir cuándo y cómo morir… ¡pero en nuestras manos está elegir como queremos vivir!!! Y en lo que debemos todos trabajar y nos debería preocupar es que todos tengamos más y mejores opciones para elegir, que es lo lindo de la libertad.
¡La libertad es lo que viene de adentro de nosotros mismos! Nadie más que nosotros mismos y nuestro cuerpo conoce nuestras sensaciones, nuestras capacidades, nuestras habilidades, nuestros miedos, nuestros gustos, nuestros intereses, nuestros conocimientos, nuestros límites, nuestras conexiones con las demás personas, con nuestra familia, nuestra patria, con nuestra historia… nuestras razones. Cada uno de nosotros elije cuándo duerme, a qué hora come, cuándo ir al baño, a quién le compra, cuándo ahorra, en qué gasta o invierte su tiempo, conocimiento y dinero, qué oficio desempeña, con quien comparte, a quien le cree, cuando obedece, en donde habita, de quién se enamora, cómo y para qué hace lo que hace… es todo lo que podemos cambiar.
Nunca antes habíamos tenido tantas herramientas para ser libres y descubrir todo lo que somos capaces de hacer. El internet, los medios de transporte: aviones, lanchas, carros; los celulares, los medios de comunicación, las redes sociales, las armas… que también pueden ser nuestras armas de salvación masiva.
El orden es todo lo que pasa fuera de nosotros, en la naturaleza, lo que como seres humanos no podemos cambiar. No puede haber final si no hay un principio. Hay luz y oscuridad, hay día y noche, hay verdad y hay mentira. Nos empeñamos en saber que fue primero, si el huevo o la gallina, sin entender que todo tiene un orden. No hay vida si no se juntan el espermatozoide con el óvulo, no puede haber adultos si no hay niños, no hay carne y leche si no hay vacas, no hay plantas y animales sin tierra ni agua, no hay agua sin 2 átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Hay un orden espontáneo, que es todo lo que pasa mientras convivimos con el otro, nos ponemos de acuerdo como sociedad: reconociéndolo y respetándolo por el sólo hecho de ser diferentes a nosotros. Es orden porque hay una jerarquía (instancias prioritarias o más importantes que otras) y es espontáneo porque es independiente de nuestro control y de nuestro raciocinio.
En nuestras manos, que son dos, está ponernos de acuerdo en lo fundamental: que mis libertades van hasta donde empiezan las del otro, y rechacemos y condenemos a todos quienes amenacen y limiten nuestras libertades y el orden natural, porque habremos fallado como seres racionales. Tenemos que entender que no es la ley del más fuerte, y que unidos podemos construir un mejor futuro para nosotros y nuestras próximas generaciones.
Dayi Merlen Sedano González
Internacionalista, magíster en seguridad y defensa nacionales